Parálisis facial

La parálisis facial periférica es un cuadro relativamente frecuente de etiología y evolución variada. La forma más habitual es la parálisis de Bell o idiopática. Generalmente constituye una patología benigna, aunque su recuperación es variable y en ocasiones tiene el riesgo de dejar secuelas permanentes que pueden ir más allá de lo puramente cosmético.

Clínicamente consiste en una parálisis de toda la musculatura de la cara, causando debilidad repentina y temporal en los músculos faciales. Esto hace que la mitad de la cara se vea caída. La sonrisa se dibuja de un solo lado y uno de los ojos no cierra por completo. Esto último es lo que se denomina Lagoftalmos y que requiere especial manejo por parte del oftalmólogo.

El pronóstico depende fundamentalmente de la intensidad del daño que haya sufrido el nervio facial. En los casos idiopáticos (de causa desconocida) un buen porcentaje de casos se recuperan sin secuelas. En cualquier caso, salvo riesgo inminente para el ojo, el tratamiento quirúrgico no suele indicarse hasta pasados unos meses, cuando se haya comprobado que no es esperable una mejoría espontánea.

El tratamiento del lagoftalmos pasa por el uso de lágrimas artificiales, más líquidas durante el día, y tipo gel o pomada por la noche. Conviene hacer parpadeos forzados con cierta frecuencia, para que la lágrima bañe bien toda la superficie ocular. Por la noche se puede tapar el ojo, prefiriéndose la oclusión húmeda, la cual se realiza con parches especiales.

En el párpado superior, la cirugía más frecuente es la implantación de una pesa de oro, que ayuda a completar el cierre palpebral, por efecto de la gravedad.

En el párpado inferior, la cirugía más empleada para corregir la eversión o descenso del párpado es la tira tarsal lateral, que consiste en mejorar la tensión del parpado.

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